Al menos, este es el caso de Noruega, un país conocido por sus esfuerzos por preservar el medio ambiente y donde los militares planean reemplazar sus cazas F-16 por las aeronaves más avanzadas de Lockheed Martin.
Según los ambientalistas, el consumo adicional también conlleva una emisión elevada de CO2, lo cual a su vez contribuye al cambio climático y al consecuente aumento de las temperaturas globales. Sin embargo, los militares noruegos no están de acuerdo con estas afirmaciones.
Ante todo, en el Ministerio de Defensa precisaron que se dedica el máximo esfuerzo en disminuir el consumo de combustible durante las operaciones militares y que se minimizará en la medida de lo posible el tiempo de vuelo de entrenamiento a bordo de los F-35. De hecho, según el ministerio los pilotos pasarán aproximadamente el 40% del tiempo de entrenamiento en los simuladores de vuelo.
"Para poner estas cifras en perspectiva, Noruega emite el 0,14% del CO2 global. Por su parte, las emisiones generadas por las fuerzas armadas constituyen tan solo el 0,45% del total nacional. Por lo cual, el aumento de las emisiones que habrá por parte del segmento militar es del 0,00022% a escala global", señaló el político.
Esta no es la primera queja que proviene de los civiles en cuanto a los cazas F-35. Así, en mayo de 2019 el Gobierno de Dinamarca tuvo que lidiar con el extremo nivel de ruido generado por el motor de esta aeronave. Este ruido afecta a más de 618 casas en áreas vecinas de la base aérea de Skrydstrup, donde están emplazados los F-35. A modo de comparación, los cazas F-16 causaban molestias a tan solo 15 viviendas.