Después de visitar la exhibición aeronáutica, los líderes de ambos países se acercaron a un quiosco de helado. Putin preguntó a la vendedora cuáles eran los sabores disponibles y el traductor informó rápidamente al mandatario turco de las opciones. Después de darle a Erdogan el helado deseado, el mandatario ruso eligió el suyo.
"¿Chocolate o vainilla?", preguntó la vendedora.
"Deme uno de cada", se rio Putin.
"¿Pagará también el mío?",preguntó Erdogan a Putin a través del traductor.
"Por supuesto que pagaré, usted es mi invitado", respondió el presidente ruso con una sonrisa.
El precio total de los helados fue de 210 rublos —tres dólares—, pero Putin le entregó un billete de 5.000 rublos —cerca de 75 dólares— a la vendedora. Y pidió que se le diera el cambio al ministro de Industria y Comercio, Denis Manturov.
"Déselo a él para el desarrollo de la aviación", bromeó Putin.
Sin embargo, después de probar el helado, el presidente de Rusia cambió de opinión y decidió usar el cambio para comprarles helados a todos los presentes, tanto de la delegación rusa como de la turca.