El planeta se encuentra suspendido de un hilo y sigue con suma expectación las noticias vinculadas a lo que se ha dado en llamar guerra comercial entre Estados Unidos y China. Vale debatir si en realidad se trata de una guerra y si en verdad las causas de su inicio y la actual escalada tiene un trasfondo de orden comercial.
Sin embargo, tras 11 rondas de conversaciones realizadas en ambas capitales, el conflicto lejos de acercase a una culminación exitosa, ha escalado incluso con la decisión de imponer nuevos aranceles por parte de Estados Unidos justo cuando estaba por comenzar la realización de ese décimo primer encuentro bilateral que se habría de realizar en Washington durante la segunda semana de mayo.
El 10 de mayo Estados Unidos aumentó los aranceles a las importaciones chinas por un valor de 300.000 millones de dólares elevándolos de 10% a 25%, a lo que Beijing respondió anunciando un plan que se propone introducir gravámenes sobre las importaciones estadounidenses a partir del 1 de junio por un valor de 60.000 millones de dólares.
De manera tal que tras la llamada guerra comercial se esconde en realidad una guerra tecnológica que es expresión de la desesperación estadounidense por el elevado desarrollo científico chino, que por primera vez en los últimos 130 años ha colocado a la potencia norteamericana en un lugar secundario en este ámbito.
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El principal conflicto se ha desatado en torno a la nueva generación de comunicación móvil denominada 5G obtenida por China con un adelanto de ocho meses respecto de Estados Unidos. Vale decir que este país había conseguido la primacía en las previas 3G y 4G. La tecnología 5G traerá indudables implicaciones en las actividades sociales, geopolíticas, empresariales y militares al ser 40 veces más rápida que la 4G y tener una capacidad de transmisión de datos ostensiblemente mayor al poder desarrollar a través de ella la conexión de grandes bases de datos, la expansión de aplicaciones de inteligencia artificial, incluyendo robótica de carácter avanzado y la posibilidad de múltiples conexiones ultrarrápidas de internet entre ciudadanos, organizaciones y cosas como dinero móvil, vehículos sin conductores, cirugías a distancia, enseñanza virtual y uso de drones, mucho de lo cual ya está en uso en China.
De manera frontal, y utilizando un tono inusitado para su tradición diplomática, la respuesta china fue contundente, el martes 14 de mayo el portavoz de la Cancillería, Geng Shuang informó que "la experiencia anterior fue testimonio de que China no quiere una guerra comercial, pero tampoco tiene miedo de ella; si alguien provoca una guerra en la entrada a nuestra casa, vamos a luchar hasta vencer". Geng también manifestó la esperanza de que Estados Unidos no menosprecie la disposición de China de defender sus intereses. De manera clara, China ha asumido que lo que ha decidido Estados Unidos es la realización de una guerra y como tal se está preparando para defenderse y contrarrestar los efectos de la misma. No hay que olvidar que la guerra es la continuación de la política y Estados Unidos ha decidido una política de confrontación y enfrentamiento para lograr la derrota del enemigo.
La respuesta china produjo irritación extrema en Washington, no acostumbrado a que alguien en el mundo le responda de igual a igual. El jueves 16 de mayo, el presidente Trump afirmó que China resultaría gravemente perjudicada si los dos países no llegan a un acuerdo comercial porque las tarifas impuestas por Estados Unidos obligarán a las compañías a trasladar la producción a otros países.
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Vale considerar que en su comparecencia ante los medios de comunicación el portavoz Geng había expresado que Estados Unidos no necesitaba preocuparse por la estabilidad de China porque durante las cuatro décadas de desarrollo de la política de reforma y apertura, el entorno de inversión extranjera del país había mejorado continuamente, lo que ha conducido a que China sea uno de los mayores destinos en el mundo para la inversión extranjera alcanzando un nivel récord en diciembre del año pasado.
Tales hechos dan cuenta de que estas empresas, dado su carácter transnacional no necesariamente actúan en sintonía con su país de origen, sino que deciden sus destinos de inversión y eligen a sus socios comerciales a partir de sus mejores intereses en la búsqueda de mayor ganancia. Retirarse de China podría significar para estas empresas la pérdida del mayor mercado mundial, que además está en permanente expansión dados los importantes avances de China en la lucha contra la pobreza y el incremento constante en los niveles de consumo de su población.
En ese ámbito, la nueva Ley de Inversión Extranjera, que entrará en vigencia el 1 de enero de 2020, fomentará más inversiones en China, ya que generará una mayor confianza en un entorno estable, transparente, previsible y justo para las inversiones extranjeras. Las medidas para la ampliación y mayor eficiencia (que incluye una fuerte lucha contra la corrupción) en la aplicación de la política de reforma y apertura permitirán además la racionalización y una mayor descentralización en la toma de decisiones incidiendo en la creación de un mejor ambiente empresarial en el país.
En esa medida, Estados Unidos se enfrenta a racionales políticas de Estado asumidas por la dirección china, encaminadas a hacer avanzar la economía, evitando en todo momento el conflicto y enfrentándolo solo porque es un escollo que la insensata Administración Trump ha planeado como vía para que su país pueda salir del marasmo económico en el que se encuentra.
En ese sentido, los datos que aporta una encuesta realizada entre el 16 y el 20 de mayo de manera conjunta por la Cámara de Comercio Americana en Shanghái (AmCham Shanghai) y la Cámara de Comercio Americana en China, con sede en Beijing (AmCham China) establece con claridad que las medidas tomadas por el presidente Trump están incidiendo negativamente en las empresas estadounidenses que se encuentran en China. La pesquisa da cuenta de que el mayor impacto viene dado por el perjuicio a la competitividad de la gran mayoría de los encuestados (el 74,9%), lo cual se ha reflejado en una menor demanda de mercancías, mayores costos de producción y superiores precios de venta de productos que condujeron a mayores costos operativos que tuvieron fuerte impacto en el 45,6% de las empresas que se vieron impelidas a localizar fuentes alternas para la colocación de sus productos.
Así, muchas empresas estadounidenses y de otros países, se han acogido al plan 'En China, para China' que consiste en ubicar su producción en el mercado local de un país poseedor de un potencial de 1.400 millones de consumidores. El gigantesco mercado chino es la primera arma que tiene ese país para enfrentar la guerra de Trump… pero no es la única.
Efectivamente, en el desenvolvimiento de este conflicto se ha podido observar cómo China con su habitual pensamiento de largo plazo, comienza a prepararse para enfrentar el diferendo en esos términos, tal vez esa sea otra ventaja a su favor: mientras Estados Unidos lo asume en el plano coyuntural y específicamente hoy con la mirada puesta en las elecciones del próximo año, el país oriental —fiel a su tradición— lo encara en perspectiva estratégica y no circunscrito a la figura que está dirigiendo el Ejecutivo.
Así mismo, sin ocultar la preocupación por los impactos que la guerra comercial y tecnológica tendrá en lo inmediato en el país, los dirigentes chinos no dudan en afirmar que al final saldrán fortalecidos y poseedores de una significativa autonomía e independencia en todos los planos, pudiendo colocarse en mejor situación para cumplir los planes de largo plazo, en especial aquellos encaminados a la conmemoración en 2049, del primer centenario de la fundación de la República Popular China cuando se han propuesto llegar a ser un "país moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso", tal como lo declarara el presidente Xi Jinping en 2017 durante su informe al XIX Congreso del Partido Comunista de China, asegurando además que este país y su sociedad, serán socialistas.
En lo que respecta a la confrontación actual, otra de las herramientas poderosas que posee China es la dependencia de Estados Unidos del suministro de tierras raras por parte del país asiático, que representa el 80% de las compras mundiales que hace Washington de estos materiales estratégicos, imprescindibles para la fabricación de instrumentos y equipos de alta tecnología como teléfonos inteligentes, paneles solares, vehículos eléctricos, computadoras y hasta innovadores modelos de la industria militar como sistemas de guiado de misiles y sensores avanzados para los aviones caza bombarderos.
En otro ámbito, los especialistas anuncian que las pérdidas previstas en la economía estadounidense duplicarán el impacto que las sanciones tendrán sobre China. Esto se desprende de las declaraciones que ha hecho un grupo de economistas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York quienes aducen una serie de factores para hacer esta afirmación. Entre ellos, la necesidad de importar con menor eficiencia productos de otros países, que además son más caros. Explican que "el costo anual de los aranceles a las importaciones chinas —valorado anteriormente en alrededor de 52.800 millones de dólares para la economía de Estados Unidos en general y 414 dólares para una familia promedio— subirá hasta los 106.074 millones y 831 dólares, respectivamente". De esta manera, las medidas tomadas por la Administración Trump tendrán un efecto directo en las familias estadounidenses quienes finalmente serán las que paguen por las sanciones.
Otra respuesta de China a esta crisis podría ser la reducción de sus inversiones en la deuda estadounidense, lo cual ha comenzado a estudiarse como posibilidad en China que posee bonos por valor de 1,13 billones de dólares. En todo caso, los analistas especializados creen que esta 'solución' es poco probable dado que podría provocar la devaluación de los bonos estadounidenses, lo que infligiría más daño a China que a Estados Unidos. Sin embargo, la probabilidad de aplicar esta opción tiene más que ver con la defensa de su moneda como ya se hizo en 2016 que con una acción retaliativa de parte de China.
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En el plano global, esto podría significar un caos mundial absoluto en los mercados de divisas y en los mercados de valores globales, por lo que es poco probable que China lleve adelante acciones en este ámbito.
En la perspectiva de la posibilidad de que se desate un conflicto de alcance global, hay que observar que el valor de las acciones en Nueva York cayó bruscamente el lunes 13 de mayo, cuando China informó que aumentaría los aranceles sobre algunos productos estadounidenses, después de que el presidente Trump dijo que podría incluir en los mismos aranceles unos 325.000 millones de dólares adicionales en mercancías chinas: el NASDAQ tuvo el peor día del año cayendo 3,4%, el Dow Jones cayó 617 puntos, o casi 2.4%. El S&P 500 también bajó 2.4% en una muestra de lo que podría ocurrir en las bolsas de valores en caso de mantenerse el conflicto. Un observador externo podría decir que es completamente inequitativo el aumento de aranceles de 325.000 millones de dólares por parte de Estados Unidos frente a 'solo' 60.000 millones de China, pero Beijing está siendo fiel a su tradición: efectivamente el monto podría ser mayor, pero al hacerlo de esta forma no agotan todas sus posibilidades que son mucho mayores y dejan un espacio a la negociación, en la cual creen como vía de solución de la controversia. Por otro lado, el aumento de aranceles chinos está orientado a afectar áreas vitales para Estados Unidos y en especial para Trump en la cercanía de las elecciones, sobre todo en el sector agrario de estados tradicionalmente republicanos que serán los primeros afectados por las medidas.
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La radicalización del discurso de algunos actores chinos en el diferendo es expresión de un cambio en la mentalidad tradicional del país asiático. Hoy es normal escuchar que Estados Unidos ha planteado llevar adelante una guerra real que va más allá de lo estrictamente comercial, ante lo que Beijing ha dicho que no se quedará con los brazos cruzados, pero respetando las normas internacionales y las propias tendencias de su desarrollo iniciado en 1978, bajo la opinión de que en las condiciones creadas, China no debería "ser demasiado amable o estar preocupada por la opinión occidental" según afirma el periódico Global Times, que a su vez indica que "una rivalidad estratégica más feroz es inevitable" y que "Huawei no puede perder, ni China tampoco".
Debe considerarse también que la contribución de las exportaciones al crecimiento del PIB desde 2011 no ha sido superior al 1%, mientras que, por ejemplo, en el año 2017 cuando este indicador fue de 0,6%, el consumo final público aportó el 3,9% y el privado 2,3%. Además, es de destacar que en 2018, primer año del aumento de los aranceles estadounidenses a los productos chinos, su superávit comercial con ese país continuó aumentando.
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Por otra parte, la estructura exportadora china muestra que contrario a lo que se supone, el 50% está referido a productos de tecnología. En esto Huawei ha tenido un papel esencial, además de haber arribado primero a obtener la tecnología 5G, esto podría permitir entender la causa del encono estadounidense contra la empresa.
Todo esto es lo que se manifiesta en la superficie del problema, pero en las profundidades del mismo subyace la idea de que Estados Unidos y Trump en particular están tratando de usar el dispar comercio con China para justificar las debilidades de su economía tras varias décadas de deslocalización de sus empresas y aprovechando supuestas ventajas de la globalización que hoy se le revierten. Esto es lo que lo que ha llevado a Estados Unidos a regresar al proteccionismo en lo económico y al unilateralismo en lo político.
Su problema es que se ha encontrado con una nación china cohesionada en lo político, fuerte en lo económico y poderosa en lo militar que no acepta avasallamientos de otras potencias, de manera tal que las presiones no tienen resultados positivos, al contrario la primera respuesta que ha dado China ha sido la aceleración de sus procesos de innovación tecnológica con lo que la grieta tenderá a profundizarse.
Negociando con la mayor flexibilidad posible para llegar a un acuerdo mutuamente ventajoso, China, sin embargo, se ha negado a hacer el más mínimo cambio en aquellos aspectos que dan viabilidad y solidez a su sistema político. En esa medida, China no aceptará el tradicional chantaje, la habitual arrogancia ni la conocida intimidación con que Estados Unidos se conduce en sus relaciones internacionales y no es un país susceptible de amilanarse ni amoldarse a Occidente como lo hizo Japón en el pasado.
China no aceptará hacer modificaciones en cuanto a un sistema económico que tiene en las empresas estatales el soporte principal para la realización de las metas económicas de desarrollo y combate a la pobreza y considera esta demanda de Estados Unidos como una "invasión a su soberanía".
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Así mismo, ha asumido esta guerra con carácter nacional y patriótico, su confianza se basa en la solidez económica del país, pero de la misma manera está resurgiendo el espíritu que la llevó en solo 40 años de ser un país pobre y atrasado a convertirse en la segunda potencia mundial. Junto a ello, los medios de comunicación del país transmiten apelaciones a su poderoso desarrollo industrial, científico y tecnológico, sus tierras abundantes, su gigantesco capital humano, además de sus históricas tradiciones de lucha y de victoria.
Sin estar ajena a sus debilidades, China invoca hoy sus fortalezas, la primera de las cuales es su "conciencia histórico-nacional compartida que hoy invita a no bajar la cerviz apoyándose en la escala de sus dimensiones y en la fortaleza de su economía", como afirma Ríos. Vienen tiempos difíciles, advirtió el presidente Xi, haciendo un llamado al pueblo para prepararse para los avatares que el devenir de la historia les pueda traer.
Mientras tanto, apelan a la música para enfrentar el conflicto. Una canción titulada 'Guerra comercial' se ha vuelto viral en China. En una de sus partes, dice "si el perpetrador quiere pelear, lo superaremos en ingenio" y repite el estribillo: "¡Guerra comercial! ¡Guerra comercial! ¡No temamos este indignante desafío!"
En el contexto, a partir del pasado 27 de mayo los medios audiovisuales de comunicación en China comenzaron a transmitir el himno nacional del país, 'La marcha de los voluntarios', todos los días a las siete de la mañana hasta el final del año.
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