El destino ha querido que dos personalidades con visiones encontradas de la religión hindú hayan nacido en Gujarat: el icónico Mahatma Gandhi, apóstol de la convivencia hindú-musulmana que encarnó el Partido del Congreso con el legado de Nehru y la dinastía Gandhi (nada que ver con el Mahatma), y el segunda vez elegido primer ministro Narendra Modi, miembro del Partido nacionalista hindú Bharatiya Janata.
El partido Bharatiya Janata del primer ministro Narendra Modi obtuvo un impactante triunfo, mucho mejor que el de hace cinco años, con 300 asientos.
El Partido Nacional del Congreso, de la dinastía Nehru-Gandhi, sufrió un fuerte revés al haber obtenido menos del 10% de los 542 escaños del Lok Sabha, la Cámara Baja del Parlamento indio.
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Según el periodista Siddharth Varadarajan, el primer ministro Modi atizó el nacionalismo hindú frente a la minoría musulmana subliminalmente vista como alentadora del 'terrorismo' y súbdita de una potencia extranjera, Pakistán, con la que India ha librado tres guerras y acaba de tener una escaramuza militar. A propósito, India y Pakistán están dotadas cada una con alrededor de 110 bombas atómicas.
Lo más relevante del discurso de la 'santa' es la apología de Nathuram Godse: el asesino extremista hindú de Mahatma Gandhi.
Cabe señalar que Bhopal —uno de los puntos candentes del 'Choque de Civilizaciones' huntingtoniano en suelo indio- sufrió un desastre químico en 1984 por negligencia de Union Carbide India Limited, y es donde se encuentra la imponente mezquita musulmana del siglo XIX Taj-ul-Masajid: la 'corona de las mezquitas', la mayor en India, que corre peligro de ser destruida (literal) por los nacionalistas hindúes.
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Para el politólogo francés Christophe Jaffrelot, especialista en el sur de Asia, la asunción política de la 'santa' Pragya Singh Thakur, del partido mayoritario del nacionalismo hindú Bharatiya Janata, representó el "símbolo de la reciente elección del 2019 y su ideología 'Hindutva'(supremacía hindú)".
¿Asistiremos a la 'palestinización' de los musulmanes en India? La dinámica de las tendencias del hinduismo, donde se diluye el pluralismo a favor del excluyente nacionalismo que encabeza el primer ministro Modi, se asentó como nunca en esta elección.
El Mahatma, que enarboló el movimiento de la desobediencia civil no violenta, basada en el pluralismo religioso, para obtener la independencia del colonialismo británico, fue asesinado por el nacionalista hindú Nathuram Godse, miembro del grupo chovinista Rashtriya.
Godse, hoy idolatrado como 'patriota' por un sector del partido gobernante Bharatiya Janata, asesinó al Mahatma hace 71 años por favorecer las demandas de los musulmanes de la India durante su separación de Pakistán.
Hoy, el 45% de la población de la India tiene menos de 24 años y otro 41,24% se encuentra en el rango de los 25 a los 54 años, lo que hace de India un país eminentemente joven donde domina la religión hindú con el 80% (¡se dice fácil pero en India hoy existen más de 1.000 millones que profesan la religión hindú!) frente a la minoría musulmana del 14,2%, los cristianos con 2,3%, los sijs 2,7% (cifras atrasadas del 2011; World Factbook de la CIA). Actualmente la población es de 1.350 millones (datos proyectados de la ONU para 2019).
El peso de la demografía favorece la supremacía del 'Hindutva': la quintaesencia hindú y su ideología chovinista que profesa que India perteneció, pertenece y pertenecerá solamente a los hindúes.
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La tesis del 'Hindutva' fue proferida por Vinayak Dámodar Savarkar en su tratado de 1923 'Hindutva: ¿Quién es hindú?', donde los fieles del islam y la cristiandad, no se diga las otras minorías, no pueden reclamar los mismos derechos originales en India, ya que sus sitios sagrados se encuentran en otros lados (la Meca y Jerusalén para el Islam; y Occidente para los cristianos) quienes, al contrario, representan "una amenaza existencial para India".
Babur fue el fundador de la prodigiosa dinastía islámica Mughal —de origen turco-mongol y de ecumenismo cultural con los persas— que gobernó el subcontinente indio en los siglos XVI y XVII.
El mismo Financial Times, proclive a la balcanización etno-religiosa de India, Pakistán y Bangladés, comenta que los feligreses hindúes están dispuestos a reparar lo que consideran "un ultraje histórico", por el que "la evidencia arqueológica e histórica es escasa".
Sea lo que fuere, los devotos hindúes tienen listos los ladrillos donados por su poderosa diáspora en el mundo para reconstruir el templo al dios Ram en Ayodhya.
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Amit Shah, presidente del partido gobernante Bharatiya Janata, describió a los musulmanes y migrantes ilegales de Bangladés como "infiltrados" y "termitas" que deben ser expulsados de India.
Amén de ser una potencia farmacológica y de 'software', que podría entablar óptimos intercambios con China (mientras esta libra una feroz guerra comercial con EEUU), Delhi ha sabido mantener un sabio equilibrio, que no tiene nada que ver con su política doméstica, tanto con Rusia y China como con EEUU, Japón y Australia.
Ananth Krishnan del South China Morning Post abunda sobre el "cuidadoso equilibrio", casi acrobático, de India con las tres superpotencias: EEUU, Rusia y China, pese a la contienda de 71 años con Pakistán que es apoyada por Beijing cuando el primer ministro Modi busca la "autonomía estratégica" para India en la fase delicada del caos global.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK