La idea se le ha ocurrido a Hjordis Sigurdardottir, una arquitecta islandesa y la presidenta de la empresa Spor i sandinn ehf, dedicada al desarrollo de entornos laborales y de ocio. Podría parecer una locura, pero lo cierto es que la isla tiene dos de los ingredientes fundamentales para hacerla realidad: ingentes cantidades de calor volcánico subterráneo y mucho espacio libre. El objetivo es construir tres cúpulas y aprovechar todo ese calor para desarrollar dentro un ecosistema que se acerque al propio de regiones cálidas como la mediterránea o la tropical.
Teniendo en cuenta que los islandeses aguantan cada año nueve meses de invierno, no parece tan mala idea darles un respiro.
ALDIN costará 37 millones de dólares y ya tiene a empresas detrás apoyándolo, aunque todavía le falta financiación. Arion, uno de los bancos islandeses más grandes, ya se ha subido al barco. También lo ha hecho la firma de arquitectos WilkinsonEyre, responsable de los Gardens by the Bay de Singapur.
Sigurdardottir está convencida de que el proyecto atraerá a turistas con los bolsillos llenos. Entre 300.000 y 400.000 visitantes al año, en comparación con los 1,3 millones que atrae la atracción más popular de la isla: la laguna azul.
¿En qué punto está el proyecto? Falta que las autoridades de la ciudad den los permisos urbanísticos necesarios. Sigurdardottir espera que, además de impulsar el sector turístico de su país, sus cúpulas se conviertan en un lugar "al que escapar de la jungla de cemento en la que vivimos".