La mayor parte de los sondeos pronostica una victoria del líder de Azul y Blanco, el exgeneral Benny Gantz, quien obtendrá una ligera ventaja si se cumplen las proyecciones. Sin embargo, ninguna encuesta de las publicadas hasta ahora sugiere que Gantz tenga posibilidades de formar un gobierno.
De esta manera, los partidos de la extrema derecha y ultraortodoxos tendrán la llave en el parlamento, como ha venido ocurriendo en las últimas legislaturas. Y como consecuencia, la expansión israelí en los territorios palestinos ocupados seguirá adelante.
Una posibilidad que se barajó en la última semana es que Netanyahu y Gantz formen una coalición con sus dos grandes formaciones, el Likud y Azul y Blanco. Tanto uno como otro descartaron esa idea pero tal vez el cómputo de las papeletas les lleve en esa dirección.
Durante la campaña, las alusiones al conflicto con los palestinos fueron muy escasas. Ni el Likud ni Azul y Blanco hablaron de este tema, salvo en contadas ocasiones. Y cuando Netanyahu lo hizo, como el sábado 6 por la noche, fue para desanimar a los pocos israelíes que todavía creen en la solución de los dos estados.
Tras suspender los contactos con Washington en diciembre de 2017, justo cuando Trump anunció el traslado de la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, los palestinos también son conscientes de que las elecciones israelíes no representarán ningún cambio en la política de Israel respecto al conflicto.
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Con estos antecedentes, los comicios del 9 de abril son solamente un trámite que permitirá a Israel seguir cambiando la demografía de los territorios palestinos, una política que cada día cuenta con más apoyos en Israel, tanto entre la población como entre los partidos políticos que concurren a las urnas.