"Estar a los mandos de un MiG-29 y sentir bajo tus pies una máquina tan potente es un gran honor y una gran responsabilidad. Este avión le ofrece al piloto increíbles posibilidades. Y eso es un enorme placer y una inyección de adrenalina. El caza te permite ejecutar cualquier maniobra y superar cualquier límite", explica a Sputnik este instructor de vuelo.
Mandic ha volado en los MiG-21 y en los MiG-29, dos cazas que es mejor no comparar. La diferencia entre ambos es abismal, advierte el serbio. Ni la potencia, ni la facilidad a la hora de maniobrar o de despegar son las mismas. Es como comparar un Opel con un Ferrari, dice.
Eso no quita que el MiG-29 haya surgido del MiG-21, añade. A fin de cuentas, el MiG-29 es un MiG-21 con las características de este más desarrolladas y perfeccionadas hasta límites insospechados. Por eso, explica, al MiG-29 se le considera con razón el mejor avión de combate de su clase.
Sin embargo, controlar un avión de estas características no puede hacerlo cualquiera. Los pilotos deben pasar por pruebas médicas exhaustivas que determinan si están hechos o no para subir a bordo. Como señala Mandic, es necesario, porque el piloto de un MiG-29 está expuesto a fuertes sacudidas a los mandos de la máquina. Así que también se debe poner a prueba la psicología del candidato.
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El serbio define el MiG-29 como un caza exigente, un "salto cualitativo". Un avión que exige una preparación psicológica y teórica especial y "muchas horas de vuelo".