El líder socialista llega al Palacio de la Moncloa —sede del Gobierno español— tras superar etapas muy convulsas tanto en la política nacional como en su propio partido.
Antes de su etapa de profesor universitario, fue asesor en el Parlamento Europeo (1998) y jefe de gabinete del Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia durante la Guerra de Kosovo (1999).
A su vuelta a España, trabajó como Director de Relaciones Internacionales en la Organización de Consumidores y Usuarios (2000) y como Asesor de Economía de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE entre 2000 y 2004, tras lo que consiguió hacer carrera en el partido.
Desde entonces, ocupó distintos cargos a nivel municipal hasta llegar a ser diputado nacional en 2009.
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Padre de dos hijos y jugador de baloncesto al máximo nivel hasta los 21 años, Sánchez es una cara joven dentro de un partido centenario.
Desde su llegada a la secretaría general del PSOE en 2014, Sánchez acumuló una serie de fracasos que forjaron su personalidad política actual, así como su capacidad negociadora para conseguir ahora los apoyos necesarios para forzar la salida de Rajoy.
Investiduras fallidas
En las elecciones generales de 2015, Sánchez encabezó la candidatura de un PSOE que obtuvo el peor resultado de su historia con 90 escaños y un 22% de votos, quedando por detrás de un Mariano Rajoy que no fue capaz de reeditar su mayoría absoluta tras la entrada en la cámara de los nuevos partidos.
Tras meses de negociaciones con los grupos políticos, Sánchez fracasó en su intento de recabar el apoyo a dos bandas de fuerzas muy alejadas ideológicamente: los liberales de Ciudadanos y la formación de izquierdas Podemos.
Además, el candidato no consiguió el apoyo de las formaciones independentistas catalanas, que le exigían la celebración de un referéndum de autodeterminación reconocido desde Madrid, algo a lo que se negó en todo momento.
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Sánchez llegó a presentarse hasta en dos ocasiones a la sesión de investidura con el único apoyo relevante de Ciudadanos, lo que le fue insuficiente para alcanzar la presidencia del Gobierno.
De nuevo, el reparto de escaños dificultaba la conformación de mayorías para la formación de Gobierno: Sánchez no supo entenderse con Podemos y los partidos independentistas mientras que a Rajoy —que volvió a ser el más votado— no le bastaba con el apoyo de Ciudadanos.
Crisis interna
Tras 10 meses de un Gobierno en funciones, y ante la posibilidad de unas terceras elecciones consecutivas, empezaron a crecer en el PSOE las voces que pedían a Sánchez permitir la formación de un Ejecutivo conservador para desbloquear la situación.
En ese contexto, el PSOE vivió una de las mayores crisis internas de su historia. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz —que apoyó a Sánchez en su carrera hacia la secretaría general en 2014— encabezó un movimiento de rebeldía en el que se distintos integrantes de la Ejecutiva Federal del PSOE presentaron su dimisión.
El PSOE, la formación que más años gobernó en la historia de España, permitió que el Partido Popular, su máximo rival histórico, accediera al Gobierno.
Sin embargo, Sánchez, que dejó su acta de diputado en las horas previas a la votación, consiguió quedar desvinculado de ese movimiento, lo que potenció su perfil de cara a las próximas primarias del partido.
La reelección
De esta manera, Sánchez se impuso en las primarias del partido a Susana Díaz en mayo de 2017 y consiguió volver a liderar el PSOE con un perfil renovado, tras salir recibir el apoyo de las bases en un enfrentamiento directo con el 'establishment' y los 'viejos barones' que meses antes forzaron su salida del partido.
Un año después de su segunda llegada a la secretaría general del PSOE, la conformación de esa alternativa es una realidad.
Al calor de la reciente sentencia del caso Gürtel —que condena al Partido Popular como partícipe a título lucrativo de una trama corrupta—, Sánchez consiguió los apoyos necesarios para tumbar al Gobierno de Mariano Rajoy mediante una moción de censura.
Sánchez cosechó el apoyo de grupos muy diversos bajo la premisa de que el voto favorable a su candidatura no suponía un apoyo explícito a él o al PSOE, sino un voto de rechazo a un Rajoy al que convenía relevar por razones de "higiene democrática".
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De esa manera, el PSOE cosechó el apoyo de grupos relativamente cercanos en lo ideológico —como Unidos Podemos o Compromís— y de adversarios políticos como los independentistas catalanes.
Uno de los puntos claves para la supervivencia de Sánchez al frente de la Moncloa será su capacidad para negociar con los grupos independentistas catalanes, cuyos votos serán claves para dar un mínimo de estabilidad parlamentaria al Ejecutivo.
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Sánchez prometió que su Gobierno "escuchará a Cataluña", pero parte con la dificultad de haber apoyado previamente la intervención de las instituciones catalanas que activó Rajoy, lo que despierta un gran rechazo en los partidos independentistas.
En principio, Sánchez no tiene la intención de agotar la legislatura —cuyo fin está previsto para 2020—, sino que prevé convocar elecciones tras estabilizar la situación política.
Sin embargo, la situación es inédita y resulta difícil hacer previsiones sobre cuál será el futuro político en España, sobre todo si se tiene en cuenta que el nuevo presidente del Gobierno tiene una dilatada experiencia a la hora de mantenerse a flote en situaciones insospechadas.