El lunes 26, la primera ministra británica, Theresa May, declaró que "está claro que Rusia es responsable" del incidente en Salisbury. Estas palabras fueron calificadas como un endurecimiento de la posición de la primera ministra, quien antes dijo que es "altamente probable" la responsabilidad de Rusia por el caso Skripal.
Agregó que "es la opinión de casi 160 países que no son miembros del bloque occidental, es obvio que nadie en el resto del mundo da por sentadas las palabras del Reino Unido".
Las relaciones entre Londres y Moscú se agudizaron tras el envenenamiento de Serguéi Skripal, exoficial de inteligencia militar rusa reclutado en los años 90 por el servicio secreto británico MI6 y naturalizado en el Reino Unido, y su hija Yulia, que fueron hallados inconscientes el 4 de marzo cerca de un centro comercial en la ciudad de Salisbury.
No se lo pierda: El caso Skripal con mente fría: ¿a quién beneficia?
El 14 de marzo May acusó sin presentar pruebas a Moscú de lo ocurrido en Salisbury –que calificó de intento de asesinato– y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió en respuesta la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.
También la OTAN expulsó a siete representantes rusos y negó la acreditación a otros tres.
Este martes el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, atribuyó las expulsiones masivas de los diplomáticos a la presión estadounidense y lamentó escasez de actores autónomos en la arena internacional.
El canciller aseguró que Rusia responderá a "esas faltas de respeto" por parte de los países occidentales.