Además, al tratarse de una especie ancestra de los atrópodos, este hallazgo podría aumentar nuestro conocimiento de la historia evolutiva de las especies que habitan en todo el planeta, como las arañas, cangrejos e insectos.
Sorprendentemente, a pesar del pequeño tamaño del fósil (no más de unos pocos milímetros), es posible definir con claridad su anatomía: en el exterior se aprecian la piel texturizada, la cabeza y las patas, mientras que en el interior, según revela la tomografía computarizada, hay glándulas digestivas y sistemas circulatorio y nervioso.
"Las larvas son tan diminutas y frágiles que las posibilidades de encontrar una fosilizada son prácticamente nulas, ¡o al menos eso creía yo! Ya sabía que este simple fósil con forma de gusano era algo especial, pero cuando vi las asombrosas estructuras conservadas bajo su piel, se me cayó la mandíbula: ¿cómo podían haber evitado la descomposición estos intrincados rasgos y seguir aquí para verlos 500 millones de años después?", declara el paleontólogo Martin Smith, de la Universidad de Durham (Reino Unido).
En particular, en la estructura aparentemente primitiva del gusano se pueden ver los requisitos previos para una evolución posterior. Por ejemplo, el protocerebro, la región del cerebro del gusano, prefigura la anatomía más compleja del cráneo que se desarrolló a medida que evolucionaban los artrópodos.
Según los investigadores, esta anatomía primitiva pone de manifiesto la brillante diversificación de los artrópodos, que desarrollaron la capacidad de adaptarse a una amplia gama de condiciones ambientales y a la vida en distintas regiones del planeta.
El estudio fue publicado en Nature.