"Venderemos los restos [del monumento] como chatarra", indica el periódico ucraniano Obschestvennoye citando al alcalde de la ciudad, Víktor Shakirzian.
El dinero recaudado se destinará a la compra de drones para el Ejército de Ucrania, aclaran desde la Administración local.
La demolición de monumentos a figuras soviéticas y rusas en Ucrania comenzó en 2015, tras la aprobación de la llamada ley de descomunización. A principios de 2022, las autoridades habían demolido más de 2.500 monumentos y cambiado los nombres de más de 900 localidades y unas 50.000 calles. En 2022, se levantó en el país una nueva oleada de lucha contra todo lo que recuerda a la historia y la cultura rusas y soviéticas.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, declaró al respecto que las autoridades ucranianas llevaban muchos años siguiendo un curso de desrusificación agresiva y asimilación forzosa. El mandatario de Rusia, Vladímir Putin, subrayó a su vez que la rusofobia y el neonazismo se convirtieron en la norma en Ucrania y los países bálticos, y la historia empezó a utilizarse como herramienta en la lucha ideológica.
En 2022, desde el Ministerio de Cultura ucraniano declararó que se habían cambiado 9.859 topónimos y desmantelado 145 monumentos asociados a Rusia.