Desde la noche del 13 de diciembre no se registra actividad sísmica: desapareció el tremor (las vibraciones provocadas por el magma) y la emisión de lava desde el cráter se detuvo por primera vez en 87 días.
"La erupción está en una fase muy baja, y si se mantiene tan baja durante diez días podríamos decir que la erupción ha terminado", afirmó la portavoz del comité científico de Pevolca, María José Blanco, en una rueda de prensa.
Pese a la disminución de la actividad, los científicos de Pevolca consideran que es demasiado pronto como para afirmar que la erupción volcánica llegó a su fin.
A la espera de ver cuál es el comportamiento de la erupción en las próximas horas, la recomendación de los expertos sigue siendo mantener las medidas de precaución, que mantienen a miles de personas alejadas de sus hogares.
"Hay posibilidad de reactivación, si no diríamos que habría concluido", insistió la portavoz de Pevolca.
El descenso de la actividad sísmica o el cese de la expulsión de lava no son los únicos síntomas de que el volcán de La Palma está en una fase de agotamiento.
Según informó el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), la emisión de dióxido de azufre es "extremadamente baja" en estos momentos, situándose en las cinco toneladas al día, muy por debajo de las miles que antes emitía de forma diaria.
De acuerdo con las estimaciones de Copernicus, el sistema de emergencias de la Unión Europea, la lava expulsada por el volcán arrasó 1.237 hectáreas de terreno desde el inicio de la erupción, dejando totalmente destruidas 2.988 edificaciones a su paso.