Los alimentos desnatados pierden parte de los nutrientes durante el procesamiento. Al mismo tiempo, suelen contener grandes cantidades de sustancias añadidas que mejoran su sabor y olor, entre ellas el almidón, las grasas malas, los colorantes artificiales, los emulsionantes y los estabilizadores. Como resultado, son mucho más calóricos que otros lácteos.
"Nuestro organismo necesita grasas. Y si la ración contiene pocas grasas, por consiguiente, tendrá demasiados carbohidratos, lo que con el tiempo dará lugar a una gran cantidad de problemas metabólicos", explica a Sputnik la nutricionista Svetlana Zelentsova.
La experta subraya que la falta de grasas en la dieta también obstaculiza la absorción de las vitaminas solubles en grasas —A, D, E y K— y otros importantes nutrientes, como el calcio. Esto, a su vez, aumenta el riesgo de sufrir de problemas de salud.
"No deberían incluir lácteos desnatados en la dieta. Si bien en ciertos casos, es necesario limitar el consumo de grasas por razones médicas, incluso así recomendaría encontrar otra manera de hacerlo", concluye.
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