Entre las autoridades que sí fueron invitadas están las de Taiwán, el territorio que China considera una provincia rebelde.
La isla proclamó su independencia en 1949 pero su autonomía no es reconocida por Pekín. En 1971 Naciones Unidas consideró al Gobierno de China como el único representante de su pueblo ante la comunidad internacional. Por eso, de acuerdo al doctor en Ciencia Política y profesor argentino Atilio Borón, la invitación es una “clara provocación a China”.
La narrativa oficial de la cumbre la coloca como un encuentro para desarrollar estrategias para la lucha contra la corrupción, las violaciones de derechos humanos y el respeto a la soberanía ciudadana. Pero en los hechos, se trata de un “montaje” que le permite a la administración Biden arremeter contra el país asiático y contra Rusia.
“El objetivo no es fomentar la democracia es una maniobra para encubrir una especie de listado de los aliados para avanzar en una confrontación o en una nueva guerra fría, que se puede poner muy caliente, contra Rusia y contra China”, sostuvo.
Según Borón, EEUU pretende incentivar el “odio antichino en Taiwán para provocar una reacción que justifique un ataque militar de Washington en contra de China”. Esto sería una tragedia que hay que evitar a toda costa pero la reunión tiene ese objetivo, remarcó el entrevistado.
Con esos intereses, dijo Borón, se hizo este “movimiento para atraer amigos, aliados” con el argumento de que su preocupación es la democracia pero “nadie, absolutamente nadie le cree”.
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