Robinson realizó su primera búsqueda de un planeta mayor más allá de la órbita de Neptuno en 1983, utilizando el catálogo de objetos observados por el IRAS, el Observatorio Orbital Infrarrojo, lanzado en 1982. Sus esfuerzos condujeron al descubrimiento del cometa Bowell, pero no se encontró ninguna señal de un noveno planeta. Sin embargo, en los últimos años, los científicos han sugerido que el gran planeta podría estar muy distante y en una órbita muy inclinada.
En un segundo intento, Robinson realizó una búsqueda de posibles signos de un noveno planeta del sistema solar en los datos del IRAS. Se centró en la sensibilidad del telescopio espacial, que puede detectar un planeta de cinco veces la masa de la Tierra a una distancia de 220 unidades astronómicas o hasta 20 masas terrestres a una distancia de mil unidades astronómicas. Teniendo en cuenta este rango de distancias, el planeta debería aparecer como una fuente puntual de luz infrarroja con una longitud de onda de 60 micrómetros.
El astrónomo ha publicado los resultados de su búsqueda en el repositorio de preimpresiones arXiv donde se indica que encontró varias fuentes candidatas no identificadas. Un análisis detallado demostró que algunos de ellos podían identificarse con galaxias. Además, se comprobó la presencia de otras posibles fuentes en los datos que cubrían diferentes intervalos de tiempo, desde unas horas hasta seis meses. Así ha logrado encontrar un único candidato adecuado, que podría corresponder a un planeta de masa 3-5 masas terrestres, situado a una distancia de unas 225 unidades astronómicas.
Según Robinson, hay que realizar simulaciones dinámicas para ver si el candidato coincide con las órbitas de los objetos del sistema solar ya conocidos y puede explicar la aparente agrupación de las órbitas de los planetas enanos del Cinturón de Kuiper. Esta agrupación es actualmente la principal prueba de la posible existencia de un Planeta X.