La primera paciente en ser implantada fue Sarah, una mujer de 38 años que no podía dejar de llorar y que había sido recetada con unos 20 medicamentos para la depresión. Su vida cambió rotundamente cuando le colocaron el dispositivo en su cabeza.
Corría el año 2016 cuando Sarah conducía a su hogar luego de una jornada laboral en California y sintió tanta angustia que no podía hacer otra cosa más que llorar. Según contó a The New York Times, en esos instantes la invadía un oscuro pensamiento: desviarse en su camino hacia el pantano para ahogarse.
"Estaba al final de la línea. Estaba muy deprimida. (...) No era una vida que valiera la pena vivir", compartió Sarah.
Por recomendación médica se mudó a la casa de sus padres. Al poco tiempo renunció a su empleo y pese a seguir tratamientos médicos con pastillas, nunca pudo alivianar la depresión.
2 de julio 2021, 10:23 GMT
En el sinuoso camino por encontrar una mejoría, la mujer llegó al grupo de investigadores de la Universidad de California. Allí le implantaron en el cerebro un dispositivo que tiene el tamaño de una caja de fósforos y que funciona con baterías. Está calibrado para detectar el patrón de actividad neuronal que ocurre cuando está cayendo en una depresión. En ese preciso instante, el aparato descarga pulsaciones de estimulación eléctrica para evitarla.
Según un estudio publicado por Nature, en menos de dos semanas de uso, en agosto de 2020, el puntaje en la escala estándar de depresión disminuyó radicalmente de 33 a 14. Meses después cayó por debajo de 10, lo que da cuenta de un estado de remisión, según los científicos.
"Este estudio señala el camino hacia un nuevo paradigma que se necesita desesperadamente en psiquiatría", dijo en un comunicado Andrew Krystal,profesor de psiquiatría y miembro del Instituto Weill de Neurociencias de la Universidad de California.
16 de abril 2021, 01:42 GMT
Krystal indicó que este método personalizado alivió los síntomas de depresión de la paciente casi de inmediato, en contraste con el retraso de cuatro a ocho semanas de los modelos de tratamiento estándar y ha durado más de los 15 meses en los que ha tenido el dispositivo implantado.
"Para los pacientes con depresión a largo plazo resistente al tratamiento, ese resultado podría ser transformador", asegura el equipo.
Sin embargo, el método encontró cuestionamientos dentro de la comunidad científica. Por ejemplo, Frederic Gilbert, experto en neuroética y profesor titular de Ética en la Universidad de Tasmania de Australia, nombró algunas desventajas en diálogo con Salon.
"Una persona a la que se le haya implantado un sistema de circuito cerrado para atacar sus episodios depresivos podría verse incapaz de experimentar alguna fenomenología depresiva cuando es perfectamente normal experimentar este resultado, como en un funeral", consideró Gilbert.