La presencia de la mujer en la vida política pasó desapercibida durante siglos. En comparación con el hombre, pocas alcanzaron rangos elevados en las castas gobernantes. Una tónica que ha ido cambiando con el transcurrir de los años. En pleno siglo XXI no es extraño ver presidentas, primeras ministras o reinas. Hace un milenio solo un número reducido de mujeres accedían al poder. Cifra anecdótica también en el pasado clásico. Sin embargo, en algún punto de la historia, aquellas pocas mujeres se hicieron un hueco en el ejercicio del poder. Un estudio, publicado en la revista Antiquity, apunta a que pudo suceder hace 4.000 años en el sudeste de la península Ibérica.
A los pies de la murciana Sierra Espuña, en una pequeña meseta rodeada de pinos se aposenta La Almoloya. Este es uno de los principales yacimientos arqueológicos de la cultura argárica. En total, 2.800 metros cuadrados de trama urbana de una de "las sociedades olvidadas de la prehistoria de Europa Occidental". Palabras que utiliza el arqueólogo Rafael Micó. "Tiene estatus de civilización. Se organizaba de forma jerárquica y vertical y existe un reparto desigual de la riqueza como en las grandes civilizaciones de Oriente", señala. Precursora de la estructura social moderna, también pudo serlo de la llegada de la mujer a la política. Una hipótesis desenterrada del suelo de la Almoloya.
En 2014 se halló una tumba doble en el asentamiento prehistórico. Eran un hombre y una mujer. Sin embargo, este se diferenciaba de la mayoría de sepulcros hallados hasta la fecha. La humildad y sencillez eran sustituidos por la suntuosidad y el lujo. El ajuar funerario con el que fue enterrada la pareja es uno de los más ricos de la Europa de inicios de la Edad de Bronce. Casi un cuarto de kilo de plata distribuido en objetos como coleteros o dilatadores de orejas. También oro, marfil y un collar con cuentas de ámbar del Báltico, un material exótico y sinónimo de riqueza. Lo que en arqueología se define como tumba principesca. "Se han excavado más de 2.000 tumbas argáricas, pero es difícil encontrar una como esta. Es más, las sepulturas de la élite están entre el 5-10%", puntualiza Micó, codirector del proyecto Almoloya-Bastida: descubrir una civilización de la Edad del Bronce.
Ajuar de La Almoloya
© Foto : ASOME-UAB
Entre todas las piezas destaca una diadema. Un complemento de plata colocado sobre la cabeza de la mujer. Una joya casi única en El Argar. Es la quinta que se descubre. Las otras cuatro aparecieron a finales del siglo XIX. Se sabe que una está en el Museo Británico, otra en el Ashmolean de Oxford y la tercera en el Museo Nacional de Bélgica. La restante está en paradero desconocido, aunque se sospecha que podría ubicarse en Moscú o Berlín.
Un adorno asociado siempre al género femenino. Un símbolo de exclusividad que distinguía a la élite del resto de estratos sociales. No obstante, va más allá. A diferencia de las anteriores diademas, esta se ha estudiado teniendo en cuenta el contexto en el que fue hallada. Como marca la costumbre argárica, el enterramiento se produjo bajo el domicilio de los fallecidos. La propietaria del objeto fue sepultada bajo un palacete, uno de los más antiguos de Europa. En concreto, bajo una estancia con bancos para 60 personas y una hoguera en medio.
"Era una sala de parlamento. Un lugar especializado en la reunión política. Un espacio con sentido de gobierno, donde se reunían los líderes y gobernantes del territorio".
La elección de este espacio para situar los restos de la pareja otorga un cariz simbólico a todos los objetos funerarios. La diadema podría ser una representación del poder político. "No asumimos que todas las mujeres tuvieren un papel de gobierno, pero tal vez esta sí. Al menos, se trataba de una persona relevante en este parlamento", explica el arqueólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Más complicado es saber si esta mujer tenía capacidad de decisión o era una figurante. Micó se inclina por lo segundo. En una sociedad desigual, los hombres, no todos, tenían el poder efectivo, ya que eran los tenedores de las armas, indicadoras del estatus elevado de una persona en El Argar. "Quien poseía una espada o una alabarda estaba en la parte de la pirámide", comenta el experto. Pero, tampoco descarta que algunas féminas tuvieran un papel protagonista en el desarrollo de la política de la palabra.
¿Quiénes eran los enterrados?
Los análisis genéticos han revelado detalles sobre la pareja que apareció bajo los cimientos del palacio de La Almoloya. Primero, no tenían ningún tipo de parentesco entre ellos. El hombre tenía una edad entre los 30 y 40 años cuando murió. Probablemente cabalgara, ya que contaba con una serie de malformaciones en rodillas y cadera provocadas por ir a lomos de un équido. Además, sobrevivió a un fuerte traumatismo que dejó una marca importante de cicatrización en el cráneo. Se hipotetiza que era un guerrero.
Ella era algo más joven que él. Murió pocos meses después que su compañero, con una edad comprendida entre los 25 y los 35 años. Perdió la vida a causa de una enfermedad pulmonar. Así lo indica la cara interna de las costillas más cercanas a los pulmones, en las que había signos de inflamación. "Puede ser que muriese de pleura o neumonía", afirma Micó. Ella tuvo una hija con el hombre con el que fue enterrada. La pequeña murió de forma prematura y sus huesos fueron encontrados en otro edificio. El motivo es un misterio.
Restos humanos de La Almoloya
© Foto : Cortesía de Proyecto Bastida
La pareja vivió en un edificio de características palaciegas de 250 metros cuadrados. Se alzaba en La Almoloya, un enclave estratégico en la cultura argárica. La ciudad se posiciona a la vera de la montaña, a 500 metros sobre el nivel del mar. La costa está a 40 kilómetros de distancia. Sobre el mapa, la población se hallaba en el corazón geográfico de esta sociedad de la Edad de Bronce, cuyo territorio abarcaba las actuales provincias de Murcia, Almería, este de Granada y Jaén, sur de Alicante y una pequeña porción de Ciudad Real.
Precisamente, la situación privilegiada de La Almoloya refuerza la idea de la importancia política de la pareja de la tumba principesca. Las hipótesis señalan que en la sala de reuniones del palacio pudieron congregarse distintos líderes locales para tratar asuntos comunes. "No sería de extrañar que acudieran representantes de otros núcleos como La Bastida o El Argar", asevera Micó.
La Almoloya (Murcia)
© Foto : Cortesía de Proyecto Bastida
Todavía quedan preguntas por responder sobre estos dos moradores de hace cuatro milenios. Por ejemplo, si el poder del que gozaban era hereditario. Descifrar si esta dupla formaba parte de una dinastía de mandatarios. Los investigadores están a la espera de recibir unos estudios de ADN de 60 esqueletos del yacimiento, realizados en el Instituto Max Planck de Leipzig. Este análisis genético ayudaría a esclarecer asuntos de la red de parentesco.
Añaden que les gustaría recoger muestras de alguno de los cráneos de una de las cinco mujeres con diadema desenterradas. Uno de ellos se expondrá en una exposición sobre la Edad de Bronce en el Museo Estatal de Prehistoria de la ciudad alemana de Halle. "Podríamos comprobar si nuestra mujer tiene algún vínculo con alguna de las otras cuatro", manifiesta Micó.
El lujoso ajuar, el lugar donde se encontraron los restos y la importancia de La Almoloya sugieren la relevancia política de la portadora de la diadema y por ende de todas aquellas que tuviesen en su haber aquel objeto. Elucubraciones nacidas del descubrimiento de una joya de plata, esta vez, en el sitio indicado. Punto de partida para disipar la niebla que todavía cubre a la cultura argárica, en la que la Prehistoria se convirtió en modernidad.
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