Pabbar apareció el 28 de noviembre en las costas de Galicia. Esta cría de foca gris descansaba en las arenas de la playa de Barizo, cercana a la localidad coruñesa de Malpica. Su presencia puede sorprender, ya que no es un animal oriundo de la zona. Sin embargo, apenas 10 días antes de la llegada de este pequeño mamífero marino, un pesquero capturaba a otro miembro de su misma especie. Se le bautizó como Rube. "No hay colonias de cría, pero tampoco es extraño encontrar focas en esta época del año", comenta el biólogo Alfredo López a Sputnik Mundo.
La foca gris (halichoerus grypus) es nativa del Atlántico Norte. Nada en las frías aguas del noreste americano, las islas británicas y Escandinavia. No obstante, tras su nacimiento, entre los meses de septiembre y noviembre, los cachorros de esta especie se aventuran en el océano. Suelen alejarse de las regiones de origen para evitar la competencia de los ejemplares adultos por los recursos. Esto hace que se dispersen en todas las direcciones. Las que toman dirección sur desde Irlanda y Reino Unido suelen acabar en los arenales de la costa cantábrica, Galicia y Portugal. Es el caso de Rube y Pabbar.
"Suelen llegar muy cansadas", afirma López. Los mamíferos reposan unos días en tierra y se vuelven a zambullir en el mar. Es un ciclo natural. Así, la momentánea presencia de la foca gris en la cornisa noroeste de la península ibérica no es inusual durante el periodo entre noviembre y marzo, justo tras su época de cría. Menos normal es que el animal no quiera volver al océano.
Pabbar en la piscina del Instituto Galego de Formación en Acuicuitura (Igafa)
© Foto : Cortesía de la CEMMA
El rechazo al medio marino entraña problemas. Entonces, interviene la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos (CEMMA). La organización se dedica a atender a aquellos animales acuáticos que quedan varados en las playas de Galicia. Solo en 2020, contabilizaron 444, la mayoría cetáceos, aunque también tortugas, tiburones grandes, algunas especies de peces y, por supuesto, focas. En concreto, acostumbran a dar asistencia a dos o cuatro fócidos al año.
Las focas suelen arribar a las costas gallegas agotadas y con hambre e hipotermia. El descanso y el alimento suele solucionar los efectos del largo viaje. Pero, más allá de esas carencias, Rube y Pabbar no estaban en condiciones de enfrentarse al océano. La primera había sido herida. Más grave era la situación de la segunda. Pabbar padecía una infección que había paralizado la parte posterior de su cuerpo. Cuando la encontraron los trabajadores de la CEMMA, toda su anatomía estaba afectada. Su supervivencia estaba en juego.
Pabbar durante el proceso de sanación
© Foto : Cortesía de la CEMMA
Hospital de fauna marina
Comprobado el estado de salud de la criatura in situ, la unidad móvil de la organización traslada al paciente a la Unidad de Cuidados Intensivos con la que cuentan en Nigrán (Pontevedra). Allí, los biólogos laboran por la recuperación del ser. "Al no haber un centro de rehabilitación para este tipo de animales en Galicia, estas unidades son la mejor alternativa. Poseen todo lo necesario para garantizar su mejoría. Además, se puede regular la temperatura y tienen una pequeña cántara de agua", detalla López, miembro de CEMMA.
En Nigrán se llevan a cabo las primeras curaciones. Los cuidadores realizan diagnósticos y administran los medicamentos a los convalecientes. Rube sanó sus heridas en el lugar. Pabbar lo tuvo más complicado. La foca no era capaz de ingerir nada por sí misma y vomitaba casi todos los alimentos. No pesaba más de 18 kilogramos. Afortunadamente, los fármacos hicieron efecto y la infección fue remitiendo. El mamífero consiguió salir adelante.
"Solemos salvar al 60% de los ingresos que tenemos".
Los ejemplares de foca, habitualmente desnutridos, salen de Nigrán cuando alcanzan los 20 kilogramos y no es necesario aplicarles ningún tratamiento. Entonces, pasan a la segunda fase del proceso curativo. Este se realiza en las piscinas del Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa), situado en la Illa de Arousa. Aquí, la criatura vive a la intemperie y se alimenta de pescados vivos. "Es donde se vuelven a adaptar al medio marino", detalla el biólogo.
Su estancia en el centro de la Illa de Arousa es el paso previo a su retorno al océano. Al superar los 30 kilogramos se da el alta al animal. El 20 de enero Rube volvió al mar. Pabbar tardó mucho más. Su peor estado de salud obligó a que las fases de recuperación se prolongaran. Precisamente, el mismo día que su compañero se sumergía en el Océano Atlántico, desembarcaba en el Igafa.
La foca no se despidió de tierra firme hasta el 6 de marzo. El pesquero Patricia Marta llevó al mamífero hasta el Gran Sol, un inmenso caladero situado al oeste de Irlanda. "No podemos soltar al animal en Galicia, porque no es donde debe estar. Hay que acercarlo a su lugar de origen", señala López. A 150 millas del litoral irlandés, en aguas internacionales, concluía el viaje de Pabbar. El lunes 8 de marzo, a las ocho de la mañana, el cachorro era liberado.
Pabbar y Rube han sido los dos fócidos de los que la CEMMA se ha tenido que encargar esta temporada. No obstante, la cifra de avistamientos es mayor. En total, suelen ser unas 12. Algunas simplemente descansan y se van. Otras aparecen muertas en la orilla. A aquellas que no pueden regresar al mar, les dan un empujón. Un impulso a base de cuidados y protección. Una oportunidad de sobrevivir.