El calentamiento global y los mares más agresivos continuaron separándolo a medida que el A68a se alejaba de la Antártida hacia el Atlántico Sur. Las imágenes satelitales mostraron cómo dos fragmentos estaban flotando a la deriva a unos 135 km al sureste del territorio británico de Georgia del Sur.
A finales del 2020, el A68a se asemejaba desde el espacio a una enorme mano que apuntaba en una dirección. Su volumen, aún considerable, hizo que los científicos empezasen a preocuparse de que pudiese perturbar la vida animal en Georgia del Sur. Lo cual hubiese ocurrido si el iceberg se hubiera quedado varado en aguas poco profundas.
Se temía que su presencia impidiese a los numerosos pingüinos y focas que viven en la isla buscar alimento. La última desintegración apunta a que el peligro parece haber pasado, informa la cadena británica BBC.
Un equipo de investigadores planea ahora llegar a Georgia del Sur, donde desplegará vehículos autónomos alrededor del A68a para estudiar mejor el impacto sobre el medio ambiente.
El iceberg original, el A68, se formó en julio del 2017, cuando una enorme grieta apareció en la barrera de hielo Larsen, en la Antártida, e hizo que el iceberg de un billón de toneladas se desprendiera del continente. De hecho, era el tercer trozo de hielo más grande jamás registrado en la historia, ya que medía unos 5.800 kilómetros cuadrados. Superaba a las Islas Baleares, y su superficie era equivalente a casi la cuarta parte del Salvador.
Desde entonces, este gigantesco trozo de hielo ha ido rompiéndose en partes más pequeñas, y estas están siendo arrastradas por las corrientes al norte hacia Georgia del Sur.