Los alimentos fermentados no suelen recomendarse en las principales guías nutricionales. Sin embargo, son fundamentales. Se incluyen dentro de esta categoría a todos los que están conformados por bacterias que trabajan en la creación de dichos alimentos.
Aunque podamos pensar a las bacterias como algo negativo, son indispensables para nuestra buena salud intestinal dado que en nuestro cuerpo hay un 90% más de células bacterianas que humanas, es decir, contamos con un total de dos kilos de bacterias.
"Hay muchos alimentos que se han fermentado tradicionalmente para mejorar su conservación o su sabor. Por ejemplo, las carnes procesadas, los quesos, los panes, el vino y la cerveza. Pero los que nos interesan son aquellos fermentados que no se hayan tratado térmicamente", indicó Lucía Redondo, dietista-nutricionista, dedicada al estudio de los probióticos, prebióticos y la microbiota intestinal.
Dentro de estos se encuentra el chucrut, que se produce con la fermentación del repollo o la col blanca; el kombucha, bebida de sabor ácido obtenida a base de té endulzado; y el kéfir de agua, otra bebida preparada en base a tibicos (mezcla de bacterias y levaduras).
"Los microbios tienen una función básica en nuestro cuerpo al formar la microbiota intestinal. Son esenciales para el sistema nervioso, el sistema inmunitario y el metabolismo. En España se hizo un estudio en el que tomaron a un grupo de consumidores de alimentos fermentados, se los quitaron de su dieta, y vieron que hubo un empeoramiento de su sistema inmune", añadió Redondo.
A los fermentados lácteos, como el yogur, los define como "los menos interesantes" dado que contienen solo dos tipos de microbios que son inoculados, por lo que el proceso de fermentación no ocurre en forma natural. A mayor diversidad de microorganismos, más saludable es el alimento.
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