Entiendo que a uno que no se haya enterado del tema todavía, le podría perecer extraño lo que estoy diciendo. Sin embargo, no hago más que citar a los principales medios españoles que están vendiendo a tope la presunta "pista rusa" aunque, eso sí, algunos de nuestros colegas lo están haciendo con gran humor.
En pocas palabras, el magistrado español, que investiga si se desviaron o no fondos públicos para mantener al expresidente de la Generalitat (el Gobierno de Cataluña) Carles Puigdemont en Bélgica, considera que su entorno contó con apoyo ruso y de activistas como Julian Assange —fundador de Wikileaks— para participar conjuntamente en una especie de estrategia internacional de "desestabilización" de la Unión Europea. Esta versión se fundamenta nada menos que en una llamada que la Guardia Civil interceptó entre el republicano Xavier Vendrell y el dirigente de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) Víctor Terradellas del pasado 16 de mayo de 2018.
Desde que estoy haciendo este programa para Radio Sputnik, en muchas ocasiones ya he tenido la sensación de que estamos tocando fondo, que no se puede ir más allá en este teatro de absurdo en los medios internacionales. Pero cada vez pasa algo que eclipsa los éxitos anteriores en este sentido.
Esta historia de los 10.000 militares rusos a punto de salir rumbo a Cataluña es una historia que merece un monumento aparte. Porque está totalmente fuera de lo que se llama el sentido común. No es lo mismo que las numerosas historias de ciberataques rusos o bien de unidades secretas de inteligencia militar rusa que controlan con sus tentáculos a una buena parte del globo. El tema de los 10.000 militares rusos es totalmente diferente.
Primero, porque no cita a unas fuentes anónimas de los servicios especiales, ni a unos políticos anónimos, sino a un magistrado español como fuente principal de la noticia. Y segundo, porque para entender que se trata de una farsa no es necesario saber ni quien es Carles Puigdemont, ni mucho menos. Para una persona mentalmente sana está claro que se habla de cosas absolutamente imposibles.
Hay que reconocer que muchos de nuestros colegas europeos prestaron bastante más atención a la irónica reacción de la embajada rusa que a la propia historia de los 10.000 soldados rusos armados hasta los dientes y preparados para ir a Cataluña. Tal vez es porque se dan cuenta de lo absurdo de la situación. "La impactante respuesta de la Embajada de Rusia sobre la llegada de 10.000 soldados a Cataluña: 'Faltan dos ceros'", titula a una de sus crónicas el diario nacional español El Mundo.
Aparte de bromas e ironía, la noticia de que España se salvó de una posible intervención militar rusa provocó un fuerte malestar en Moscú. La portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, respondió a las acusaciones contra Rusia y ofreció su propia versión de los hechos. "Rusia dice que las acusaciones de injerencia en Cataluña "exceden el absurdo", titula El Mundo TV.
Lo que más sorprende en toda esta situación es que a la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, se le ocurre pensar en esta explicación tan sencilla y evidente y a los medios internacionales no. Más aun, porque la verdad es que no se perfila ninguna explicación alternativa.
"El humor como máxima arma diplomática de destrucción masiva. A cuenta del tuit-broma de la embajada rusa por el chiste de los 10.000 soldados rusos dispuestos a apoyar la secesión de Cataluña", titula elconfidencialdigital.com.
Los colegas de elconfidencialdigital.com, destacan que "estas confabulaciones son dadas como verídicas en un procedimiento judicial en la Audiencia Nacional con informes policiales que lo contrastan, según fuentes de los medios de comunicación, sin caer en que nos movemos entre lo ridículo y lo grosero".
También recuerdan que no es "la primera vez" citando el caso de la Ministra de Defensa de España, María Dolores de Cospedal que fue ridiculizada "a cuenta de unos humoristas rusos que la hicieron creer que hablaba con su homólogo de Letonia", el cual le trasladaba el absurdo de que la mitad de los turistas rusos que visitaban Barcelona eran espías y que Puigdemont era un agente ruso con el seudónimo de "Cipollino", y ella se lo creía.