Paul Derham ahora es dueño de un ferry llamado Josephine. Un día el británico decidió aventurarse y echar un vistazo al enorme crucero Aurora que solía navegar y que actualmente está encallado junto a otros barcos en el Canal de la Mancha.
Al hombre de repente se le ocurrió la idea de ofrecer recorridos para los turistas por los transatlánticos inactivos.
Derham publicó su idea en Facebook por primera vez en julio y agotó rápidamente los dos primeros viajes en cuestión de horas. El excapitán lleva a sus clientes tan cerca a los barcos como se puede sin abordarlos por 25 dólares por persona.
Hasta marzo de 2020, una de las naves, Allure, transportaba a casi 7.000 personas a los puertos de diferentes ciudades y países en una rotación regular. Ahora, sus piscinas están vacías, las habitaciones están acumulando polvo y los casinos están en silencio. El único sonido alrededor es el del pequeño ferry de Derham circulando por esta zona de descanso de para los cruceros.
La pandemia de coronavirus ha afectado duramente a las empresas de cruceros y la industria de viajes internacionales en general, que hoy en día está perdiendo 1.000 millones de dólares al mes.