Cada septiembre las Naciones Unidas celebran la Asamblea General en Nueva York. La agenda es abundante, se realizan cientos de reuniones, negociaciones, se aprueban documentos y se escuchan los discursos de los representantes de los países, sean presidentes, reyes, primer ministro o ministros.
Esta vez no habrá pretextos, pues el formato digital no dará excusas para que los jefes de Estado no dirijan sus mensajes al mundo y sean parte del Debate General del 22 al 26 de septiembre de 2020.
Lamentablemente con el pasar de los años el momento cúlmine de la Asamblea, con los discursos presidenciales, se ha tornado apenas una especie de ritual obligatorio, porque parece un diálogo de sordos. ¿Cambiará algo este año?
La agenda 2030
El momento que atraviesa el mundo con la pandemia del COVID-19 exige que la 75 Asamblea General de Naciones Unidas sea para renovar y aunar esfuerzos por el bien común, pues los temas y problemas son, ahora más que nunca, globales.
Hace cinco años la ONU aprobó una ambiciosa y muy lírica resolución: la Agenda 2030 para los objetivos del desarrollo sostenible, ODS, que nos invitaba a soñar que "al emprender juntos este gran viaje, prometemos que nadie se quedará atrás".
Al día de hoy sabemos que muchos millones se rezagan, que la solidaridad se diluye cada día y la encarnizada competencia prevalece en todos los espacios. La única certeza que hoy tenemos de la Agenda 2030 para transformar nuestro mundo es que esos objetivos van en retroceso.
La mencionada Agenda 2030, que fue aprobada en 2015, afirmaba que "nos comprometemos a efectuar cambios fundamentales en la manera en que nuestras sociedades producen y consumen bienes y servicios". Evidentemente un hermoso enunciado y, hasta hoy, nada más que eso.
La causa fundamental del empobrecimiento de los países y de los individuos es que predomina un modelo depredador, acaparador, segregador, nada solidario, de explotación de recursos y explotación inhumana. Un modelo inmediatista, altamente consumista de energía que promueve una división internacional del trabajo irracional.
¿Cuánto hemos retrocedido?
La resolución de la ONU que aprobó la Agenda 2030 en su punto 15 indicaba que "durante la última generación, cientos de millones de personas han salido de la pobreza extrema. Ha aumentado considerablemente el acceso a la educación de niños y niñas. La expansión de las tecnologías de la información y las comunicaciones y la interconexión mundial brindan grandes posibilidades para acelerar el progreso humano y superar la brecha digital". Hoy esas afirmaciones quedan obsoletas.
La actual situación del mundo hace prever que los representantes y los líderes en la próxima asamblea de la ONU expresen, a partir del 15 de septiembre (tanto en discursos como en resoluciones), compromisos viables, solidarios, duraderos y no solo su agenda política inmediatista. ¿Estarán a la altura de las circunstancias históricas?
Aire limpio para todos
A propósito de que la ONU decidió designar el 7 de septiembre "Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul" a partir de este año 2020, vale recordar que no solo se trata de usar más transporte público que privado o de viajar menos en avión, sino también de ocuparse de los millones de niños vulnerables y que sufren explotación.
La contaminación del aire "causa alrededor de siete millones de muertes prematuras cada año, fundamentalmente en países de ingresos bajos y medios", destacó el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su mensaje por el primer Día Internacional del Aire Limpio por un Día Azul.
Ahora se sabe que más del 90% de la población mundial vive en regiones que no cumplen con los estándares de la OMS para una calidad del aire ambiental saludable. En otras palabras, más de 6.000 millones de personas, incluidos 2.000 millones de niños, respiran aire que tiene consecuencias adversas para su salud y bienestar.
Tiempos de solidaridad intra e intergeneracional
La humanidad está en una encrucijada. Mientras los países aún se debaten en repeler el COVID-19, ya piensan en cómo retornar al mentado crecimiento económico pre pandemia.
Seguir haciendo más de lo mismo no llevará a nada bueno. Esa tendencia, de crecimiento sin importar las consecuencias inmediatas y de mediano plazo, como es la contaminación, será un búmeran, que pronto estará de regreso para hacer más daño, pues el cambio climático ya se hace sentir.
La pandemia que azota al mundo exige de acciones colectivas y solidaridad, pero al parecer el mundo en general es dirigido por sus líderes en sentido contrario, porque los países se ven cada vez más aislados en sus miserias y egoísmos.
Son poquísimos los ejemplos de solidaridad y cooperación con la que brillaron los países donde destacan las brigadas médicas de Cuba.
Si bien es cierto que la ONU ha expresado que la pandemia exige una respuesta mundial basada en la unidad, la solidaridad y una cooperación multilateral renovada, el problema persistente es la ausencia de una abrumadora voluntad real de los líderes de los países, más allá de las buenas intenciones del Secretario General.
Empatía frente al supremacismo
El de Trump será uno de los discursos más esperados y será el único presidente que esté presente físicamente en la ONU, en Nueva York. Hay que reconocerle un mérito, y es que no deja de sorprender con sus decisiones, más aún cuando desea ser reelecto en noviembre.
En 1992 Fidel Castro dijo algo que encaja en estos aciagos días: "Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al tercer mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa".
La pandemia y sus consecuencias no pueden ser enfrentadas con las herramientas hasta hoy utilizadas, debe ser el momento no solo de creatividad, sino de fortalecimiento y voluntad de líderes que buscan el bien común.
Porque mientras la humanidad espera mejores días, en Davos —un sitio muy especial, significativo y alejado de los suburbios sumidos en la pandemia y la explotación— sus líderes ya se preparan para "El gran reinicio", una cumbre paralela al Foro Económico Mundial a celebrarse en enero de 2021.