El noruego Heyerdahl aceptó el reto de la comunidad científica, que afirmaba que era imposible llegar a la Polinesia cruzando el océano Pacífico. El 28 de abril de 1947 él, cinco tripulantes y un loro se subieron a una balsa construida con maderas, cáñamo y hojas de palma rumbo a la Polinesia.
Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, y del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile, reveló lazos genéticos entre las islas polinesias y las poblaciones nativas sudamericanas 32 generaciones atrás.
La investigación, que fue publicada en la revista Nature, tomó el ADN de 807 personas de 14 islas de la Polinesia y de poblaciones costeras del Pacífico, desde Chile hasta México. Así comprobó que, como sostenía Heyerdahl, los polinesios tuvieron contacto con pueblos antiguos sudamericanos. Algo que habría ocurrido unos 800 años atrás.
Ahora queda claro que la expedición Kon-Tiki fue una hazaña no suficientemente valorada por la ciencia.
La idea hecha balsa
Heyerdahl bautizó a su nave como Kon-Tiki, un nombre polinesio, al descubrir que en ciertas regiones de Oceanía se adoraba al mismo dios solar que las antiguas culturas preincaicas, al que llamaban Kon-Tiki Viracocha. Además, Heyerdahl encontró que algunos monolitos en la Polinesia se parecían demasiado a los que estaban en Perú. Según se explica en National Geographic, esas coincidencias, le llevaron a pensar que no solamente los asiáticos y europeos podrían haber llegado a los archipiélagos del Pacífico, sino que también pudieron haberlo hecho los indígenas sudamericanos.
Convenció al artista y navegante Erik Hesselberg, al sociólogo Bengt Danielsson, al experto en radiocomunicaciones y héroe de la Segunda Guerra Mundial, Knut Haugland, a otro experto en transmisiones de radio, Torstein Raaby, y al ingeniero especializado en mediciones técnicas, Herman Watzinger.
Antes de emprender la aventura, el equipo puso rumbo hacia Ecuador en busca de la madera que usaría para la construcción de la balsa, y desde allí viajó hasta Perú donde se fabricaría siguiendo las técnicas antiguas.
"Mi padre nunca tuvo dudas sobre la veracidad de sus teorías. Murió en 2002, a los 87 años, pensando que tenía razón", contó a Viva de Clarín Thor Heyerdahl Jr., uno de los hijos del investigador, desde Noruega.
¿Cómo era Kon-Tiki?
Fue construida con nueve troncos de 13,7 metros de largo y 60 centímetros de diámetro, unidos entre sí con lazos de cáñamo a otros troncos de 5,5 metros de largo y 30 centímetros de diámetro que los atravesaban transversalmente.
La travesía fue registrada en video y en 1951 obtuvo el Academy Award por mejor documental. Heyerdhal también escribió un libro, titulado Kon-Tiki.
¿Quiénes lo apoyaron?
Muchos expertos de la época vaticinaron que era una idea loca, y que la balsa no soportaría el viaje. Conseguir apoyos les resultó difícil. La expedición de Heyerdahl fue financiada mayoritariamente a través de préstamos, aunque también recibió donaciones del Ejército de Estados Unidos en forma de comida enlatada, sacos de dormir y diversos instrumentos de radio y medición, según publicó National Geographic.
Hoy el Museo Kon-Tiki en Oslo, Noruega, ofrece la posibilidad de sumergirse en la expedición que llevó a cabo Heyerdhal en 1947, la primera de muchas otras que el explorador realizó más adelante: Maldivas, Galápagos, Isla de Pascua (y de las que también se pueden ver una pequeña muestra en el museo).