El aislamiento social al que muchos gobiernos alrededor del mundo han recurrido para evitar el colapso de los hospitales frente al nuevo coronavirus es un fenómeno al que muchos todavía estamos acostumbrándonos. La imposibilidad de salir del hogar salvo por motivos indispensables, las precauciones que deben tomarse antes y después de recorrer los espacios públicos y no poder reunirse con otras personas son solo algunos de los cambios más evidentes en las prácticas cotidianas que socialmente estamos atravesando.
Desde el punto de vista lingüístico, la pregunta de qué puede ocurrirle a un individuo que tiene contacto limitado o nulo con el exterior no es nueva y remite a un sinfín de estudios sobre los procesos de adquisición del lenguaje. En 2017, el lingüista Jonathan Harrington, de la Universidad de Múnich, Alemania, decidió investigar un caso particular: siguió a una expedición británica rumbo a la Antártida, donde acompañó al grupo de 11 personas aisladas durante 4 meses.
El caso del invierno antártico
Según contó a la revista Atlas Obscura, trabajar en la Antártida era un proyecto de "alto riesgo", lingüística y físicamente. El académico admitió que, al comenzar, "en realidad no esperaba encontrar nada". Sin embargo, al finalizar el trabajo de campo, los resultados lo sorprendieron.
"Se descubrió que los individuos lograron desarrollar las primeras etapas de un acento común en la Antártida. Algunas de las características fonéticas de este nuevo acento fueron predichas por el modelo computacional. Estos hallazgos sugieren que los atributos fonéticos de un nuevo acento hablado surge, en sus etapas iniciales, a partir de las interacciones entre individuos, cuya producción discursiva se actualiza gradualmente", indica la investigación, titulada "Cambios fonéticos en el invierno antártico", publicada en la revista científica de la Sociedad Acústica de América (ASA, por sus siglas en inglés).
¿Qué puede pasar hoy?
Las condiciones en las que se está realizando las cuarentenas alrededor del mundo no son las mismas que las de la expedición británica observada. Mientras algunos países han optado por la modalidad de cuarentena obligatoria, con multas para quienes salgan de sus casas sin autorización, otros han elegido exhortar al confinamiento de sus habitantes de manera voluntaria.
Doctora en Letras e integrante de la Comisión Directiva de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFA), la uruguaya Graciela Barrios se mostró escéptica frente a una eventual posibilidad de observar cambios lingüísticos producto de la cuarentena en el contexto actual de la pandemia de COVID-19.
Otro obstáculo que dificulta un análisis del momento, según explicó, es que las condiciones de aislamiento no solo varían según las disposiciones gubernamentales de cada país, sino que también lo hacen de acuerdo a cómo está habituada a vivir cada persona, su edad, su trabajo, y demás factores. En términos de las prácticas cotidianas, la variedad de casos es muy amplia, ilustró Barrios.
"¿Qué significa estar aislados? Hay gente que ya tiene vínculos sociales muy acotados, y hay otros que tienen relaciones sociales muy amplias. Entonces para algunos puede ser un cambio muy grande, mientras que otros podrían no notarlo", ejemplificó.
Señaló, además, que el aislamiento no es total, ya que las herramientas informáticas disponibles para estar en comunicación con los otros implican, si bien no de forma presencial, una interacción con el mundo exterior.
Algo parecido concluyó Harrington a partir de su investigación en la Antártida. El grupo que fue su objeto de estudio no solo estuvo aislado "por un periodo de tiempo lo suficientemente largo", sino que sus condiciones de aislamiento fueron absolutas. A su juicio, el acceso que tiene la gente a otras redes de comunicación impide un real aislamiento social y, por tanto, la posibilidad de la generación de nuevos acentos producto de este encierro.