En Japón se celebraron ceremonias de graduación sin alumnos pero con robots que los representaban: vestidos con toga y birrete llevaban tabletas que mostraban los rostros de los graduados que los estaban teledirigiendo desde su casa. En China se implementó un sistema de vigilancia a base de robots en ciudades y aeropuertos que consistía en robots patrullando las calles, midiendo la temperatura de los transeúntes y recordándoles que usen mascarillas y se laven las manos con frecuencia.
No caben dudas de que en estos últimos meses ha aumentado exponencialmente la demanda de robots para desarrollar tareas en los más diversos ámbitos y –según dijeron representantes del sector robótico a Reuters–, seguirá creciendo. ¿Nos tendríamos que preocupar por ello? ¿Pasaremos de ver robots entregando comida y bebida en algunos restaurantes a ver robots realizando funciones esenciales en hospitales, llegando a donde el humano no puede llegar?
Según la agencia alemana, se estima que desde 2018 las empresas chinas han vendido unos 15.000 robots de servicio, pero este año esperan que esa cifra se triplique, principalmente en lo que refiere a los robots que realizan servicios médicos.
Sin embargo, al mismo tiempo que el coronavirus ha permitido desarrollar el mercado de robots de servicios, también ha significado un obstáculo para su adopción a largo plazo: la automatización es cara, y la presión económica cada vez se hace sentir más en muchas empresas. Así que deberemos esperar un poco más para ver qué pasa: si gana la necesidad de reemplazar la mano de obra humana, o de equilibrar el presupuesto (y las ventas).