Hagamos un poquito de historia en los años 50 del siglo XX, en aquel contexto de la Guerra Fría, los EEUU mantenían en Venezuela un dictador a su medida: Marcos Evangelista Pérez Jiménez (MEPJ), implacable contra el comunismo, torturador, perseguidor y asesino de miles de izquierdistas; creó un régimen basado en el orden a sangre y fuego, aprovechó la circunstancia mundial de altos precios del petróleo (Guerra de Corea), para realizar obras civiles de envergadura, que forman parte fundamental de la infraestructura de la Nación suramericana.
Circunstancia que por supuesto no fue del agrado de los EEUU, ni de las nacientes Instituciones Globales de la Segunda Guerra Mundial, aunado a otras medidas de carácter nacionalista, como exigir un mejor equipamiento para su ejército, así como un presunto intento de recuperar por la fuerza el territorio al este del Río Esequibo; se llegó a la conclusión en Washington de derrocarlo e imponer un gobierno más proclive a las compañías petroleras norteamericanas, que mandaron hasta la llegada de Hugo Chávez Frías en 1999.
Cuando se sobrevino el derrocamiento de aquel gobierno en 1958, como "casualidad" histórica MEPJ se refugió en los EEUU-Miami sus protectores y benefactores, pasó algún tiempo y cambiaron las circunstancias, ganó John Kennedy y Rómulo Betancourt, por lo que fue pedido en extradición, encarcelado y en las propias palabras de MEPJ en su libro "Frente a la Infamia", humillado por la policía de Florida hasta el punto de hacerle un tacto rectal.
Hay un adagio en relaciones internacionales, que las potencias no tienen amigos sino intereses, el tema Juan Guaidó es una vil patraña insostenible por unos imperices circunstanciales del Departamento de Estado que tarde o temprano se caerá por su propio peso, muy probablemente luego de la pandemia y de la crisis económica mundial que está a días de explotar, cambiará el escenario político y económico de los gobiernos que apoyan al autoproclamado.
Venezuela de seguro, luego de superar la pandemia del COVID-19, se convocarán a elecciones parlamentarias, la crisis unirá a las fuerzas democráticas en un solo rumbo de reconstrucción y se tendrá de una u otra manera, que hacer justicia a esa oposición minoritaria y entreguista que tanto daño le ha hecho a la Nación.
No obstante, los tiempos cambiarán de seguro para bien, la justicia se tendrá que implantar en ese nuevo orden, que acelera su llegada con las tristes noticias de miles muriendo por culpa de un sistema sanitario profundamente ineficiente y costoso, así como una economía puesta en servicio de los intereses más egoístas de la historia humana.