En las imágenes, grabadas por los propios buceadores, se ve cómo una hembra de este enorme depredador merodea alrededor de la jaula y cómo de repente se acerca ella para clavar los dientes. Ello se debe al hecho de que los tiburones tienen unos órganos sensoriales especiales —conocidos como ampollas de Lorenzini— que actúan como electrorreceptores.
Gracias a ellos, son capaces de detectar incluso el latido del corazón de sus presas. Las estructuras metálicas despiertan la curiosidad de estos temibles animales, puesto que tienen un campo eléctrico diferente al de las criaturas vivas. Por esta razón el tiburón terminó acercándose y mordisqueando la jaula sin mostrar señales de agresividad.
Aunque podría parecer que las jaulas de buceo son la única manera de salvarse de un tiburón en mar abierto, uno también puede enfrentarse a este temible depredador si se tiene la valentía y habilidades necesarias. Un ejemplo de ello fue el caso del australiano Joe Petrovich, quien logró defenderse de un tiburón blanco que lo acechaba.