Hace unos 1.000 años se enterró allí a un hombre que tenía muchos conocimientos sobre botánica y los usos psicotrópicos de algunas plantas. La tumba, ubicada en la Cueva del Chileno, fue profanada un tiempo después, por lo que al excavarse no se encontró el cadáver.
El análisis químico de estos objetos determinó la presencia de sustancias psicotrópicas como: los dos principales ingredientes de la ayahuasca, cocaína (el alcaloide presente en la hoja de coca) benzoilecgonina y el alucinógeno bufotenina. Esto indica que en la época ya existían los conocimientos para elaborar estas drogas.
Resulta curioso que las plantas utilizadas no eran originarias de esa zona del altiplano boliviano, sino de las zonas tropicales, lo que sugiere la existencia de importantes redes de comercio en el continente americano. Además, su uso no estaba extendido entre toda la población, sino que era reservado a los chamanes para ciertos rituales religiosos.
“El chamán consumía estas sustancias para comunicarse, e incluso a veces representar, a deidades sobrenaturales. De esta manera podía tener un vínculo más directo con ellas”, explicó el doctor José Capriles, arqueólogo e investigador de la Universidad de Pensilvania, quien llevó adelante el trabajo junto al doctor Juan Albarracín.
Los hallazgos en la Cueva del Chileno corresponden al final del período Tiahuanaco, una cultura que mantuvo su hegemonía durante cinco siglos en lo que hoy es el sur de Perú, el norte de Chile y el este de Bolivia.