Lo único que pudieron hacer los infelices pescadores fue grabar al enorme animal, que se zampaba, una tras otra, las truchas que habían pescado con tanto esfuerzo cerca de Kamchatka, en el extremo este de Rusia.
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Además de pescado, al lobo marino le lanzaron improperios y gritos para asustarlo. Todo inútil. Tanto, que el animal, después de la comilona, se tumbó a descansar. Los pescadores tuvieron que utilizar un cañón de agua durante un buen rato contra el animal para conseguir que el enorme león marino desistiera y abandonase la embarcación.