Las sondas espaciales robóticas Voyager 1 y Voyager 2 son los únicos aparatos que lograron escapar del campo gravitatorio del sistema solar. Lo abandonaron en 2013 y en 2018 respectivamente, si bien fueron lanzados en 1977.
Si los lanzaran al sistema estelar Alfa Centauri, que está más cerca del Sol, a una velocidad de 17 kilómetros por segundo, tardarían decenas de miles de años en llegar. En 2025 se les agotará el combustible, uranio, y no podrán continuar con sus labores de observación.
La sonda incluye un microchip que pesa solo un par de gramos. Se espera que un rayo láser lo impulse hasta los 60.000 kilómetros por segundo. Eso supone un 20% de la velocidad de la luz. Si el proyecto llega a buen puerto, la sonda podrá alcanzar Alfa Centauri en un plazo de dos décadas.
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La sonda podría investigar el movimiento y la forma de Próxima Centauri b, la composición de su atmósfera y superficie y buscar los rastros de vida.
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El problema es que la velocidad de la sonda es demasiado grande para que entre en órbita y aterrice. Ahora los científicos no comprenden cómo se puede frenar el aparato espacial.
En primer lugar, a la sonda la bombardearán miles de átomos durante varios años y eso la dañará. En segundo lugar, los materiales terrestres pueden destruirse а una velocidad tan grande. Por último, no está claro dónde se puede encontrar energía para la transmisión de información a la Tierra.