"Cuando vine por primera vez para estudiar hubo una especie de flechazo con Moscú", rememora Ferran.
En aquella época las condiciones de vida en la capital rusa no eran nada fáciles —y en las provincias aún menos— pero "yo no lo veía como obstáculos […] Yo volvía del metro, del mercado a la residencia con mis cinco bolsas de compras, y el agua y todo, en medio de la nieve. Yo pensaba: '¡Que guay!'"
"Quizás, mucha gente no asocia Moscú con los paseos pero yo recuerdo haberme dado grandes paseos", comenta entre risas. Tampoco le desilusiona el clima: desde pequeño siempre le había fascinado la nieve, algo que para él es "un factor añadido positivo" en la imagen del país.
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Sobre todo prefiere viajar en tren, algo que también aconseja hacer a los turistas.
"Me gusta viajar y el tren tiene algo romántico y antiguo que no tienen para nada los autobuses y los aviones. Y Rusia, creo, para los amantes de los trenes posiblemente es el mejor país del mundo", dice.
Aunque podría escribir su propia guía para este enorme país, al que ya conoce mejor que muchos de sus ciudadanos, no sabe qué nuevo destino le espera a la vuelta de la esquina.
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En primer lugar, porque a Rusia "no te la acabas [de recorrer], ni en una vida, ni en dos" y en segundo lugar, como manifiesta Ferran, "vivir en el extranjero siempre es como una pequeña aventura".