Los bancos centrales del mundo han estado abasteciéndose de oro y China no lo ha despreciado como activo en un mundo digital moderno. Desde la crisis financiera, el 'gigante dormido' ha estado haciendo acopio del metal precioso a un ritmo vertiginoso y las implicaciones son considerables, explica Dominic Frisby para MoneyWeek.
Estados Unidos se mantiene a la cabeza con un total de 26.000 — 27.000 toneladas, según los cálculos del analista de metales preciosos, Nick Laird.
Según la tabla de tenencias de oro del Banco Central, con datos del World Gold Council, de entre las 20 naciones más ricas, el Reino Unido se encuentra en el puesto 17, dos lugares por debajo de Kazajistán y uno por encima del Líbano, Alemania el segundo, y Rusia y China el sexto y séptimo respectivamente.
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En 2007, China superó a Sudáfrica y ahora representa alrededor del 15% del total anual de la producción mundial de oro. El secreto del éxito está en que China se queda con todo el oro que extrae. No vende una sola onza al exterior, y además ha aumentado sus importaciones, superando a la India en 2014, explica Frisby.
Ross Norman, director ejecutivo de Sharps Pixley, explica que el juego con las cifras consiste en que su objetivo es que el número que dan debe ser suficientemente alto como para obtener la credibilidad del FMI, pero no tan alto como para desafiar a Estados Unidos. Las tenencias oficiales de oro de China ascienden actualmente a solo el 2% de sus reservas de divisas. 10.000 toneladas equivaldrían al 11% de las tenencias de divisas. Eso es sobre el promedio internacional. En esos términos, 10,000 toneladas no es un número tan extraordinario.
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El caso es que si China declara que tiene 10.000 toneladas hoy, establecería el precio del oro mucho más alto, lo que no querrá hacer mientras aún está acumulando. Tampoco quiere un yuan respaldado por oro que podría fortalecerse significativamente porque le interesa que el yuan esté bajo para fines comerciales. Y en tercer lugar, y quizás más que todo, declarar que tiene más oro que Estados Unidos sería un desafío directo a la supremacía estadounidense, casi una declaración de guerra. China no está lista para eso, concluye el experto.