"Parte de la crítica que analiza la obra de Tolstoi lee toda su obra y su experiencia vital como un gran esfuerzo por articular un mundo que a sus ojos se disgrega", sostuvo Lobos en conversación con Sputnik antes de comenzar la conferencia.
Para explicar a Tolstoi, Lobos mencionó al pensador anglo-ruso Isaiah Berlin, quien "toma como imagen un verso del poeta griego Arquíloco, que dice "el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa", ilustró.
A partir de ese momento, "Berlin va a definir a Tolstoi como un zorro que quería ser erizo y no lo consiguió nunca, contrastándolo con Dostoievski que sí sabía esa gran cosa", comentó Lobos.
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"Tolstoi era un zorro, y a pesar de que vivió muchos años y tuvo varios tránsitos ideológicos con respecto a la religión y su negación, construyendo su propia fe y siendo nihilista y anarquista militante como actitud vital, nada lo ayudaba a construir esa síntesis", resumió.
Tampoco lo consiguió, y por eso "vivió torturado toda su existencia por esa imposibilidad suya de concentrar el mundo, de fundirse con la naturaleza".
Su magna obra debe ser inscrita en esa búsqueda, señaló el profesor argentino al definir a Tolstoi como un "rusoniano".
"Soñaba con una síntesis, con la simplicidad, con disgregarse en el sentido de mezclarse e integrarse a ese todo al que aspiraba, pero su problema era su yo gigantesco del que quería desprenderse", contó.
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Según esta perspectiva, el escritor ruso deseaba prescindir del intelecto, de la ideología e incluso de la carne.
"El peso del cuerpo, de la sensualidad y de la sexualidad fue para él, tal como lo plantea en su obra tardía "La sonata a Kreutzer", algo contra lo que tuvo que luchar, porque lo vio como una atadura de la que quería desprenderse, como de cualquier materialidad", argumentó el especialista.
Tolstoi murió en el intento incluso de dejar a su familia, recordó Lobos, que brindó su charla en la Biblioteca Casa de la Lectura, dependiente del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.