Tampoco son eventos astrofísicos que se remonten al origen de los tiempos, hace millones de años. De hecho, en 1859 se produjo una 'supertormenta' en un momento en el que la humanidad estaba lo suficientemente desarrollada como para poder notar las consecuencias de la ira estelar —aunque no hubo que lamentar grandes pérdidas—.
Según recopila el diario ruso Popmech, el evento Carrington, llamado así en honor del científico inglés que lo describió, causó auroras boreales intensas incluso en regiones en las que estos fenómenos son tan inusuales como el Caribe.
La fuerza magnética afectó gravemente al funcionamiento del telégrafo, en aquel entonces poco desarrollado, además de causar fallos e incendios en toda la incipiente maquinaria eléctrica.
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Se estima que de ocurrir un evento de potencia similar hoy en día, la mayor parte de la humanidad podría verse sumida en el caos.
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Los tripulantes de la Estación Espacial Internacional perderían el contacto con la Tierra, y si alguno de ellos se encontrara en aquel momento en el espacio exterior, la ola de partículas expulsada por el Sol sería capaz de matarle.
En 2016, el tema de las llamaradas solares y tormentas magnéticas atrajo durante varias semanas el interés de los medios. La Casa Blanca había publicado un comunicado que buscaba concientizar a la población del país norteamericano sobre estos fenómenos y llamaba a estar preparados ante una posible tormenta solar potente.
No obstante, se estima que eventos tan potentes como el de Carrington suelen pasar una vez cada 500 años. Las tormentas fuertes, en cambio, podrían producirse cada 150 años —y en este caso 'la hora' está cerca— y las de menor potencia ocurren regularmente, aunque provocan pequeños daños.