Esta política sostenida le permite a la potencia euroasiática ser protagonista en la búsqueda soluciones negociadas al conflicto en Libia, en la posibilidad de establecer una base militar en Sudán, y a la hora de renovar contratos agrícolas y agroindustriales con una decena de países, como ocurrió en la segunda mitad de 2017.
Son datos prometedores, pero lejanos aún de la influencia que supo tener la URSS.
"Es una relación promisoria con unos buenos pronósticos a futuro, y con algunas complicaciones que los rusos están intentando superar", apuntó Omer Freixa, analista internacional experto en África.
En este sentido, agregó que "en la perspectiva de la competencia con China, deben hacer un esfuerzo más grande para recuperar el terreno que no solo China supo aprovechar, sino también otros emergentes aliados a Rusia en el grupo Brics, como Brasil, India y la propia Sudáfrica.
Freixa considera importante "poner el foco en el aspecto cultural. Los chinos están fundando escuelas de chino mandarín en distintos puntos de África, yo creo que Rusia debería hacer lo mismo. Entre otras cuestiones hay temas de distancia, de extrañamiento, que deben ser superadas", señaló.